El origen del nombre de este blog surge de una tarde delante del fuego con mis suegros. Con el frío de la niebla lleidatana afuera invadiendo las calles, ya de noche a las cinco de la tarde, apetece arrimarse a la lumbre. Allí charlamos de todo un poco mientras los niños juegan arriba. Tras un momento de silencio mi suegro me pregunta: "¿Cuándo se es demasiado viejo para escalar?"
Yo no sé que contestarle. Ya conozco su opinión sobre la escalada, que es una tontería arriesgarse en un deporte así en el que te puedes hacer daño con facilidad. Siempre dice que si tuviera que hacerlo para ganarme la vida, adelante. Pero que innecesariamente no comprende ese riesgo. Yo le contesto la verdad, que no lo sé. Que hay escaladores clásicos de 60 años que abren vías azules en Montserrat, de grado sencillo. Pero que no hay una edad para dejarlo, más bien es el tiempo el que te lleva a decidir si vas a finalizar con tu afición, o la falta de ilusión o de motivación.
Por dentro, aunque no digo nada, la pregunta me ha sonado a algo así:
¿Cuándo se es demasiado viejo para vivir?