Foto 2: Caras como verdes prados. Ojos como lagos. Rostros que hablan en silencio, como el paisaje. Tan sólo hay que ser paciente para pescar en el fondo de las miradas. Ir sacando, despacio, el proyecto compartido o la ilusión presente en los rostros. A su debido tiempo subirán del fondo el anhelo y las dudas. La sincera determinación de ponerse a prueba, sin falsedad ni autoengaños. El aprecio mutuo.
Así de abundante es la pesca entre montañeros.
Foto 3: Una pared vieja como el tiempo. Un dedo alzado indica la ruta a la vez que plantea una pregunta. La respuesta la da la propia montaña. Una gran sonrisa y el guiño de un ojo. La misma sonrisa que brilla en la cara del escalador. La montaña y él deben ser viejos conocidos.
Foto 4: ¿Por qué estamos aquí?
Para subir a la montaña. A eso hemos venido. Luego podremos contarlo u olvidar lo que suceda, pero será nuestro y nosotros seremos en ello. Por que allá donde posas tus manos queda algo de ti mismo. Allá donde fugazmente asimos la roca de la montaña nos deja impreso su espíritu.
Foto 5: Por encima de todo, una enorme sensación de pequeñez, de fragilidad, en esta inmensidad de montañas y rocas, de lagos y estrellas… Me siento asustado al principio con esa presencia imponente de la naturaleza. Luego va pasando conforme me pongo en mi sitio. Posiblemente me creo más importante, mayor, en mi vida cotidiana: el trabajo, la familia, las responsabilidades… La magnitud de estos lugares y fuerzas me devuelve a la verdadera escala de mis minúsculos afanes diarios, de mi quehacer centrado en mi mismo. Una vez asumo lo poca cosa que soy, ya en mi lugar, vuelvo a formar parte del todo. La sensación de temor desaparece en cuanto tengo claro cuál es mi sitio en esta inmensidad.
Foto 6: ¿Hallaremos el camino? ¿Sabremos desentrañarle los misterios a la ruta? Y con eso…¿qué tenemos? ¿somos más fuertes, mayores, mejores personas?
¿Nos dará la cima algo que no hayamos subido nosotros? ¿ O no es la impronta de la cima sino el modo en que ascendemos, nuestros logros y renuncias lo que curten nuestro ser? ¿Por qué esperamos que una ascensión nos aporte algo? ¿No es suficiente fin en sí mismo? ¿Sabríamos subir sin esperar nada a cambio?
Foto 7: Roca eterna y vida fugaz. Dos estadios tan opuestos de la misma materia: tan frágiles y perecederos, con tantas posibilidades , tan vivos…tan compacta, permanente, imperecedera, la roca. Tan quieta, tan silenciosa. Cuando nuestros huesos se hayan deshecho continuará allí.
Foto 8: ¿Quién dijo que a los agujeros siempre se cae? A veces hay que subir a buscarlos.
Foto 9: La cima, el logro. Aquí acaba parte de la tensión de la ascensión, que nos ha llenado subiendo. En lo alto de la pared, ya sin el abismo detrás, aparece el vacío interior que absorberá un próximo reto, el siguiente anhelo. Una línea de plenitudes y/o derrotas que jalonan nuestro camino. Renunciar al deseo sin explorarlo es negar el cambio. Pero medirlo, observarlo, auscultarlo para a veces aceptarlo y otras desecharlo es trazar una ruta en el mapa de la vida.
Foto 10: Hasta que no se ha bajado de la montaña no se ha acabado la escalada. Subirla no es más que la mitad de nuestro empeño. Al haber descendido, por fin, el descanso, la relajación. La broma fácil, la camaradería, el abrazo por el apoyo mutuo. La gestación de los recuerdos comunes.
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