Las nubes pasan veloces
y un vencejo, dejándose llevar por el viento, corta el aire y
remonta el vuelo. Es viernes y sólo en el balcón miro la luz de la
tarde antes de abrir una cerveza. Suena el móvil en el primer trago.
Lo cojo. Es Jota, compañero de escaladas.
-“Hola, Fer, ¿qué
tal?”
-“Bien, saboreando el
principio del fin de semana. Parece que dan buen tiempo.”
-”¿Te apetece ir a
un concierto?. Toca un tal Jimi Hendrix.”
Jota y yo no hemos ido
nunca juntos a un concierto, ni creo que lo hagamos. Tiene ganas de
jugar.
-“ Hombre, el nombre
me suena, no te diré que no, pero creo que hace tiempo que no saca
nada nuevo, ¿no? Para mí que se le ha quedado la música fría...”
-”¡Qué va! “
contesta Jota “ Si le da el sol la roca se calienta y vuelve a
sonar con la misma fuerza de antes...”
Ya sabía yo por dónde
iban los tiros...” ¿de cuándo es esa música?” le pregunto.
-” Bueno, ya hace
algún tiempo que la compuso, creo que en los 70, la dedicó a las
chicas fans que le seguían en los conciertos y que se ponían
histéricas con su música...”
Creo que me ha dado una
pista, la vía debe ser el nombre de una canción o de una fan
conocida. En este juego de no decirlo todo antes de tiempo Jota es un
maestro. Consiste en empezar sugiriendo pero sin llegar a nombrar,
mostrar solamente lo justo para que el otro intente adivinar y, en el
proceso, intrigarlo de tal modo que no pueda decir que no a la
propuesta. Es como un strip-tease telefónico.
Mientras el compañero
habla pienso rápidamente. No conozco canciones de Jimi Hendrix,
pero la vía que quiere proponerme va de música y de ruta clásica,
de las que nos gusta meternos de vez en cuando. En lo primero que
caigo es en la Musical Exprés, pero esa no tiene nada que ver con
Hendrix, que yo sepa. Hay una Mescalina en Terradets, pero era de un
grupo español “mescalina mi amor, me haces perder la razón...”
tarareo mientras sigo pensando, Autopista al Infierno y Manowar no
son... en Montserrat hay una Stones, debe ser de los Rolling... por
caer hasta caigo en una Antonio Machín que no se dónde está pero
me da la risa....
-”¿De qué te ríes?”
-”Nada, pensaba en
otra cosa...”
-” Lo que puedo
decirte es que hay un largo de aquellos que no se olvidan...”
interrumpe mis risas Jota...
-” Mientras sólo sea
uno “ le contesto, “ además eso no quiere decir nada, puede ser
por lo bueno o por lo malo...”
Tras una pausa teatral
Jota decide poner toda la carne en el asador.
-” Es un largo con
una laja de roca de la anchura de una guitarra eléctrica separada de
la pared medio palmo y que si la golpeas, resuena.”
Otra pausa aún más
larga. Estoy en vilo.
“ Una laja de roca de
20 metros de altura suspendida en la pared a 150 metros del suelo,
ovalada como la Fender Stratocaster de Jimi Hendrix y que vibra al
tocarla...” y deja los puntos suspendidos del silencio.
“ Y han colgado de
ella un ampli para que resuene hasta el valle...¿ me tomas el pelo o
qué?”
El caso es que soy
incapaz de creer lo que está diciendo por un lado, fascinado por la
belleza de su discurso, tan bien tramado, sea cierto o no. Divertido
aún por otra parte, con ganas de quitarme el sombrero ante lo bien
que me ha sabido atrapar en sus redes.
-” ¿Qué, te mola el
plan?. ¿Nos vamos a tocarla?”.
-”Uf,” le
contesto.. “ ¿pero eso existe?. ¿ Dónde está esa maravilla?”
Jota ya sabe que soy
suyo. Con su tono de vencedor acaba de revelar el as en la manga que
tan bien ha sabido esconder y con el que me ha liado en su red.
-”Electric
Ladyland. Pared del Aeri. Montserrat. “
-” Y tú, ¿qué?,
¿has hecho un curso de oratoria o de marketing agresivo?”.
Es el turno de Jota de
reír a carcajadas. Cuando acaba dice:
-“¿Qué me dices, te
animas?”
Aunque ya me tiene
convencido, me hago el remolón e indago sobre más detalles:
-“ ¿Qué grado le
dan?”
-” Creo que tiene un
6b y un par de largos de artifo, pero obligado es V+/A1, hay que
llevar cacharros pero está semiequipada. Mírala en Internet, parece
que se va repitiendo. El largo de la laja se escala en bavaresa. De
hecho, hacerla es como revivir la historia de la escalada en
Montserrat. Para llegar al inicio de la vía hay que subir la
Pany-Ferrera, la primera vía que se abrió en la pared de l'Aeri, en
1941, tras duros esfuerzos de sus ascensionistas. Piensa en el
material de aquella época. Se quedaron a media pared, en un rellano
amplio que llaman plaza de Cataluña. Ahí empieza nuestra vía,
abierta por Ballart y compañía en pleno apogeo pirata, ya te lo
puedes imaginar por el nombre ¿no?. Luego llegó la época del
parabolt y la reequiparon cambiando los seguros viejos por nuevos.”
-” Y el largo ese de
la bavaresa...¿ cómo está de equipamiento?” digo como quien no
quiere la cosa y es que los piratas tenían su punto expo en
ocasiones...
-”Pues tiene un sólo
seguro en los 20 metros de laja, un buril antiguo, pero creo que se
pueden poner friends... si no lo vemos claro ya le tiraré yo...”
acaba por ofrecer para convencerme.
-“ Bien” contesto.
Y pienso: “donde las dan las toman, chaval, te he sacado el
compromiso del largo chungo...” Hay que decir que Jota viene de
hacer una vía potente en Riglos y se siente fuerte. Satisfecho por
mi pequeña victoria, accedo finalmente y ultimamos detalles de
material y horarios.
Algo más de una hora
de coche nos cuesta llegar a Montserrat. En el collado del Bruc
salimos de la autovía y tomamos una carretera local sinuosa que
asciende para llevarnos de la cara sur del macizo a la norte. Una vez
allí, la ruta va rodeando los farallones rocosos más abajo de su
base, a media ladera.
La roca está iluminada
con la luz de la mañana, destacando los relieves. Una sucesión de
agujas con cimas curvadas se alza imponente, unas más aisladas,
otras recostadas sobre sus vecinas, alguna surcada por fisuras, todas
salpicadas de techos y desplomes. Vistas desde la distancia, al
haberse ido erosionando por el paso del tiempo, sus cimas redondeadas
semejan a frailes cubiertos con la capucha y el hábito. Esta parte
del macizo recibe el nombre de Frares Encantats , frailes encantados.
A una de las agujas la llaman el Bisbe, el obispo, a otra el Frare
Gros, el fraile gordo.
Cara Norte, Frares Encantats.
Son como una procesión
de gigantes inmóviles que contemplan el horizonte. Pero no
transmiten paz, más bien parecen frailes guerreros, como los
Templarios, en desordenada formación de batalla, esperando hoscos y
en silencio la voz de mando para atacar. Tal es la tensión presente
en su alzarse hacia el cielo, o así lo percibe alguien que va a
escalarlos.
Llegamos al monasterio
de Sta. Cecilia. Aquí la pared es más caótica, con menos agujas
individualizadas. Aparcamos y preparamos el material contemplando la
pared.
Todo el macizo está
rodeado de monasterios seculares y salpicado de ermitas que dan fe de
la antigua consideración de lugar sagrado. Engarzado en su centro,
el monasterio de Montserrat, morada de la virgen negra patrona de
Cataluña. Uno no puede dejar de impresionarse ante semejante
despliegue de columnas, torres, agujas, muros y farallones, unos en
equilibrios poco creíbles y otros desafiando al horizonte con su
estampa. Dicen que Gaudí se inspiró en las agujas de Montserrat
para hacer las torres de la Sagrada Familia. Además, el macizo
sobresale de la propia llanura aledaña a Barcelona, sin ninguna otra
montaña a su alrededor, dándole un aspecto de mayor singularidad.
Uno capta en su interior que un lugar tan excepcional, único en el
mundo, fuera considerado por los antiguos como un lugar sagrado y
mágico. Algo vibra dentro y no puedes evitar alzar la mirada en
silencio. Escalar en un lugar así es formar parte del mito.
Montserrat desde el
cielo, cara sur.
Los científicos dicen
que no hay magia ninguna. Dicen que es una capa de sedimentos hundida
en un mar interior que brotó del fondo por las fuerzas de la
orogenia consolidando centenares de agujas de los materiales más
duros. La roca montserratina está formada por cantos rodados de todo
tipo unidos por un cemento que formó la roca conglomerada. Y así,
al ascenderla, encuentras cantos de todo tamaño posible, desde
garbanzos hasta el tamaño bola de aplastar casas, sobresaliendo de
la superficie de la pared. Cantos formados por distintos
materiales. Junto a una pelota de cuarzo blanco, brillante, nívea,
puede haber una sandía de pizarra negra como el azabache, una seta
de roja arenisca o un garbanzo de granito.
En Montserrat hay
también lugares que parecen un sueño psicodélico en el que, como
si te hubieras comido una galletita de Alicia, la del país de las
Maravillas, te has vuelto minúsculo, tan pequeño como una hormiga y
parece que cualquier cosa sea posible, como en un cuadro de Dalí.
En este lugar puedes
contemplar un elefante de piedra del tamaño de un rascacielos que
intenta ligarse a una momia mirándola fijamente. Ésta disimula,
ocupada en vigilar a su hija que está a su lado, aunque no le rehuye
la mirada. El elefante ya ha dejado preñada a otra aguja contigua,
aunque parece que tarda en dar a luz. No debe ser poca cosa ponerse a
parir a un elefante. No es la primera vez que el de la trompa
hace diabluras, en la zona de Agulles hay un Dumbo que sigue buscando
a su padre.
El elefante mirando
fijamente a la momia, que no suelta a su hija de la mano.
Entre el bosque de
torreones rocosos puedes encontrar también a un loro subido a una
percha a punto de lanzarse a volar, si no fuera porque es un peñasco
de varias toneladas. También puedes leer el libro más grande del
mundo: eso sí, necesitas hacerte un colega gigante que te pase las
páginas. Si consigues amaestrar a alguno de los camellos que abundan
por aquí, lo harán por ti gustosamente. Vamos, lo normal que pasa
todos los días.
Preparados con todo lo
necesario para un día de escalada partimos rumbo a la pared.
Seguimos el camino de l’Arrel, que rodea el macizo por su cara
Norte. Es un sendero bien definido y bastante llano que bordea todo
el flanco Norte del macizo por su base, paralelo a la carretera que
lleva al Monasterio. Avanzamos a buen ritmo, acostumbrados a movernos
en este terreno, a pesar del material colgado del arnés, de la
mochila y la cuerda a la espalda. Llegamos a la canal que debemos
seguir para ascender a la base de la pared. Vamos siguiendo un cauce
seco por el que la montaña desagua la lluvia. La roca esta pulida
por el paso del agua y hay que estar atento y observar dónde pones
pies y manos. En algún tramo una cuerda colgada desde arriba nos
ayuda a superar los resaltes más verticales. A punto de llegar a la
pared unos escalones y un cable nos marcan el camino para flanquear
por la base hasta el inicio de nuestra vía. Nos encordamos al cable
con dos mosquetones y seguimos camino. Jota, que va delante, localiza
el pie de vía. Hay un corto tramo de placa inclinada, como un
tobogán gigante de piedra, para llegar hasta allí. Decidimos parar,
ponernos los pies de gato y asegurarnos. Más vale un porsiaca que
cien sihubiera.
Jota se pone fácilmente
en el pie de vía. Le sigo. Me aseguro a la reunión y comienza el
primer largo de la Pany-Ferrera. La vía sigue una fisura ancha que
sube en ligera diagonal a la izquierda. Es una fisura viva, llena de
tierra, en la que van creciendo plantas, especialmente después del
húmedo invierno que hemos tenido. Jota confirma mi sensación
gritando desde arriba:
-” Vamos a tener que
poner en la reseña: material necesario, sal y aceite, para ir
aliñando las ensaladas...”. Va arrancando manojos de hierbas que
le ocultan los posibles huecos en los que colocar material para
asegurarse. Algo más adelante ya no le hace gracia:
-” Estate al loro,
que aquí hay una laja suelta, voy a intentar ponerme algo.”
Le veo cacharrear desde
abajo, coloca un friend, lo encinta y pasa una de las dos cuerdas,
alternándolas. Al poco pasa una lluvia de piedras, alguna grande y
me pego a la pared para evitarlas. Miro las cuerdas: no parecen
haberlas tocado.
Jota sigue su lento
avance. Por fin le veo hacer los movimientos de anclaje a la reunión,
sube primero una cuerda un par de metros, luego la otra y grita
“Reunión”. Recoge las cuerdas y asciendo yo despacio, cogiéndole
el tono a la pared, afinando bien las manos para tenerlas a punto
cuando lleguemos al largo de la bavaresa. Me he dejado la púa de la
guitarra para sacarle unas notas, una lástima.
Llego hasta él, me
aseguro a la reunión, me pasa el material y se cambia el seguro al
cuerpo. Cuando subimos de segundo, el primero nos asegura a la
reunión triangulada. Cuando subimos de primero, al arnés, para
amortiguar la posible caída con el peso del cuerpo y quitarle parte
del impacto a los seguros de la reunión.
Subo yo hasta un árbol:
la fisura de la derecha poco se puede emplear para progresar, aunque
emplazo un friend en un hueco, la cosa va más de moverse con finura
y equilibrio por la placa de la izquierda. Al poco me encuentro un
parabolt, lo encinto y continua por la derecha. Por ahora he tenido
suerte, el largo me parece más fácil del que le tocó a Jota y voy
encontrando seguros. Llego a una reunión que está fuera de lugar.
Dos parabolts unidos por una corta cadena y un mosquetón de
descuelgue, todo dorado. ¿Qué hace esto aquí? Parece el descuelgue
de una vía deportiva de los 90. Probablemente lo sea y la dejaron
aquí al reequipar la vía. Como no se si llegaré a la siguiente
reunión, aquí me quedo. Me pongo cómodo, subo las cuerdas y Jota
me sigue.
Hacia abajo, la vía
verde de la Pany-Ferrera.
En una pared de más de
un largo escalamos como un oruga sube una hoja: el primero
(cabeza de la oruga) sube hasta tener todo el cuerpo estirado (
cuerda) y luego sube el de segundo (culo de la oruga). Cuando ha
llegado, es hora de volver a empezar.
Jota enhebra seguros
con su cuerda en otra tirada sencilla. El sol se ha metido tras la
pared y ya no nos ciega el contraluz. Vamos viendo encima nuestro un
techo triangular que deberemos evitar más adelante. Es mi turno,
subo un largo corto, fácil y como veo que me llega la cuerda me salto una
reunión y enlazo el siguiente, que va por un tenue espolón rocoso
con arbolillos a su derecha. Jota se une a mí. Hace un poco más de
fresco, nos tapamos, un trago de agua y para arriba.
El largo siguiente ya
es algo más laborioso. Se esquiva un desplome de la fisura por la
izquierda y se prosigue por ésta, que se va volviendo ciega.
Afortunadamente está más asegurada, con clavos y parabolts, y Jota
añade lo que cree necesario en los huecos cada vez más pequeños de
la fisura. Hace una buena tirada, unos 40 metros.
Llegado mi turno, salgo
hacia el techo triangular. El primer tramo es fácil, tan sólo jugar
con el equilibrio y usar las manos en la fisura. Además, sigue bien
equipado. Llego a una reunión, pero creo que puedo llegar a
plantarme en la de debajo del techo. Dudo un momento, por un lado,
eso quiere decir que Jota hará el largo de artifo, que se le da
mejor que a mí, pero entonces a mí me toca la bavaresa. Consulto a
Jota y me grita:
“ Haz lo que
quieras.”
Diedro antes del
techo. L3 de la Electric Ladyland
Decido seguir. La
fisura se convierte en un diedro, bastante asegurado también, que,
a pesar de estar algo sucio, me va dejando moverme hasta alcanzar un
lugar en el que empieza a desplomar. Ahí coloco dos friends seguidos
( Camalot del 2 y alien gris) y llego hasta un arbolito que crece,
literalmente, de la roca, como si hubiera desbordado y cubierto la
grieta en la que debió nacer. Sin reparo alguno me agarro a su base
y desde allí chapo el primero de tres parabolts que, estribo en
mano, me dejan en la colgada reunión.
“Parece que empieza a
haber algo de patio, ¿eh?” dice Jota al alcanzarme con una sonrisa
en la boca. El patio es la manera amable de referirse al vacío a
nuestros pies.
“Parece que
empieza a haber algo de patio, ¿eh?”
Jota mira para arriba y
se ordena los fisureros y friends en el arnés. Un largo que a mi me
da respeto él lo afronta con una tranquilidad pasmosa. Es muy
diestro en el arte de ir colocando cacharros y colgarse de ellos. Y
así lo hace: sin parar de charlar, va cosiéndose
el largo con lo que necesita entre clavo y clavo. Creo recordar que
puso dos fisureros, dos friends y un alien antes de llegar a los
parabolts que le llevan a la reunión. Hay magnesio en las presas a
la derecha de su ruta: seguro que hay “Manolos” que lo prueban en
libre. El techo evita que la lluvia limpie las presas del polvo
blanco. Al llegar a la reunión se pone cómodo: como es colgada,
saca una pequeña guíndola que lleva y se arrellana en ella.
-”Sólo me falta el
mando de la tele” me dice...” dan de aquí a poco un programa muy
bueno de la bavaresa de la Electric, no me lo voy a perder...”
Tiene razón. A pesar
de su promesa de tirarle, la fortuna de los largos me ha caído a mi.
Por suerte, este largo tiene el aspecto de ser de los que se me dan bien: fácil de grado,
tieso de coco. Así que tan sólo un poco tenso, me voy a colgar a la
punta del artifo a mirarle la cara a la bavaresa.
El largo en realidad no parece difícil, se ven buenos asideros en la laja separada, me puedo coger haciendo pinza con la mano o buscándole presa en el borde. Impresiona la laja en sí, que parece flotar contra la pared y la lejanía del primer seguro. Pienso que si coloco un friend grande en el interior y me caigo, el friend hará palanca y podría saltar la laja conmigo encima. No es que me guste pensarlo, pero debo valorarlo si creo necesario colocar algún seguro. Todo eso pienso inmóvil, al borde. Por fin me decido y me pongo en movimiento, concentrado, sin pausa, hasta que llegue al único seguro de la laja o vea que puedo colocar algo solvente. Voy con la mente en modo de máxima vibración, totalmente atento a lo que hago, sin pensamientos por los que pueda colarse la duda o el temor. Antes de tirarle, ya posicionado sobre la laja, la golpeo con una mano, por oír si es verdad que suena. El ruido es grave y sordo, de vacío en su interior, un sonido muy feo. Además es cierto que vibra, notas cómo se trasmite la onda del impacto en la roca.
Sigo trepando y sin hacer nada especial llego a un reposo, como un cuello central en el que la bavaresa se relaja para luego afrontar una segunda parte que parece más atlética. Allí coloco un seguro, el camalot del 2, en un hueco lateral donde parece que aguantaría el tirón. Paso una cuerda. La otra cuelga de mi arnés hasta el último seguro del artificial.
El largo en realidad no parece difícil, se ven buenos asideros en la laja separada, me puedo coger haciendo pinza con la mano o buscándole presa en el borde. Impresiona la laja en sí, que parece flotar contra la pared y la lejanía del primer seguro. Pienso que si coloco un friend grande en el interior y me caigo, el friend hará palanca y podría saltar la laja conmigo encima. No es que me guste pensarlo, pero debo valorarlo si creo necesario colocar algún seguro. Todo eso pienso inmóvil, al borde. Por fin me decido y me pongo en movimiento, concentrado, sin pausa, hasta que llegue al único seguro de la laja o vea que puedo colocar algo solvente. Voy con la mente en modo de máxima vibración, totalmente atento a lo que hago, sin pensamientos por los que pueda colarse la duda o el temor. Antes de tirarle, ya posicionado sobre la laja, la golpeo con una mano, por oír si es verdad que suena. El ruido es grave y sordo, de vacío en su interior, un sonido muy feo. Además es cierto que vibra, notas cómo se trasmite la onda del impacto en la roca.
Sigo trepando y sin hacer nada especial llego a un reposo, como un cuello central en el que la bavaresa se relaja para luego afrontar una segunda parte que parece más atlética. Allí coloco un seguro, el camalot del 2, en un hueco lateral donde parece que aguantaría el tirón. Paso una cuerda. La otra cuelga de mi arnés hasta el último seguro del artificial.
Esta segunda parte es
la que propiamente se escala en bavaresa, en la primera se podían
emplazar los pies en el reborde rocoso. Así, con los pies en la
placa y las manos bajo la laja, voy ascendiendo, con el cuerpo en
tensión, arqueado, adaptándolo a la forma que la roca necesita.
Cuatro o cinco pasos y llego al seguro, lo encinto, sigo ascendiendo,
una serie de movimientos más y por fin cede la dificultad y llego a
un seguro que guía la ruta en
diagonal a la izquierda en artificial.
La única complicación
de este tramo es un buril sin chapa y lo soluciono fácilmente con
un cable de rivet. Me cuelgo de él, que estrangula la cabeza del
buril, sigo y canto reunión. Jota me sonríe desde abajo y ataca el
largo. Mientras sube le hago unas fotos.
Comentamos la jugada en
la reunión, contentos. Nos quedan un par de tiradas y la vía será
nuestra.
Jota se aplica en el
largo siguiente, más picante de grado, muy bien asegurado. Donde
puede lo libera, donde no se agarra sin complejos. En un par de
ocasiones se queda con un canto en la mano y lo lanza al vacío,
lejos de mi vertical. La roca no es muy buena.
Llega a la última reunión en la pared, la próxima ya se hará fuera. Me asegura mientras subo tranquilo, con las dificultades ya superadas, contemplando el impresionante lienzo de pared a la derecha, totalmente vertical y liso. Parece hecho a plomada, sin relieves. Pienso en otras vías que lo surcan, tal vez futuros retos: la Antonio García Picazo, por el mismo medio de las placas o más allá, invisible a mis ojos, la Valentín Casanovas.
Llega a la última reunión en la pared, la próxima ya se hará fuera. Me asegura mientras subo tranquilo, con las dificultades ya superadas, contemplando el impresionante lienzo de pared a la derecha, totalmente vertical y liso. Parece hecho a plomada, sin relieves. Pienso en otras vías que lo surcan, tal vez futuros retos: la Antonio García Picazo, por el mismo medio de las placas o más allá, invisible a mis ojos, la Valentín Casanovas.
Tan sólo me queda un
fácil flanqueo a la izquierda y la salida por una canal terrosa. Un
largo corto y fácil que se abre a la horizontalidad del suelo llano
de la cima, donde vuelve a haber árboles abundantes y puedes ponerte
de pie con normalidad. Paso una baga en torno a un árbol recio.
Monto reunión y recupero cuerda. Mientras aseguro a Jota oigo a
otros escaladores que han debido llegar a la cima de una vía
cercana. Les llamo entre los árboles y vienen a saludarnos. Son un chico y una chica, y a él lo conocemos por las fotos, hemos mirado su blog para ascender la vía que hemos
hecho ya que daba buenas referencias de la misma, y la había
ascendido con un escalador leridano conocido nuestro. Curiosa
coincidencia. Bromeamos con ellos: “sois reales, existís fuera
del blog”. Nos explican su vía, dedicada a una escaladora que
sufrió un accidente en la Easy Rider. Como todavía tenemos que
recoger el material se adelantan en la bajada.
Jota y yo nos
felicitamos mutuamente por el ascenso. Nos hacemos la foto de cima,
con la ilusión en nuestras caras de una gran vía clásica. No es
poca cosa lo que hemos conseguido. No por la vía en si, fácil para
la mayoría de escaladores. Es más por la compenetración en la
pared, la confianza mutua, el apoyo incondicional. El temple, el
gesto, la actitud, esas cosas que surgen espontáneamente en una
escalada. En el rato en el que tardas en ascender una pared te pones
por completo en manos de tu compañero y él en las tuyas. Uno
depende del otro y ambos acaban sintonizados, como afinados con la
misma nota. En música hay un fenómeno que se llama vibración por
simpatía. Si juntas dos guitarras y tocas una cuerda en una, la
cuerda de la otra guitarra que está afinada con la misma nota,
vibra.
Una vez dijo alguien que subimos montañas porque están ahí. Otros no encuentra razón para nuestras ascensiones. Deben
saber que nuestra pequeña obra de arte no es la ascensión, sino la melodía que ofrecemos en la roca los conquistadores de lo inútil.
Os he encontrado de casualidad !...Sí que es coincidencia...Habeis ido ya a la vía de la Crisitina ?.---
ResponderEliminarOstres jo us acabo de trobar. A veure si abans que vingui el fred faig l'Electric. Salutacions companys, ens veiem a les parets!!!!
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